jueves, 7 de junio de 2012

Solo porque TÚ no te molestaste en entenderme

Escribiendo la historia de mi vida, me percaté de que quien no entiende mi letra no tiene por qué no saber leer... Independientemente de que algunas de esas personas no se den cuenta de que eso no significa que yo no sepa escribir. Esta entrada va por mí, ahora que he decidido que ya no te quiero.

Con el paso de las lunas, mi letra ha cambiado, y también mis palabras... Suerte que no el abecedario ¡Y cuanto me alegro! Comprendí entonces la necesidad de vender todos mis viejos libros (de cocina, de Biología, incluso hasta los libros de cuentos). Me pagaron de más pues tenían las páginas gastadas de tanto reirme de la estasis de sus líneas; ironías de la vida pues me reía quieta, tirada, de aquellos que se habían atrevido a dictar su propio guión. Con lo que gané, decidí comprar un ático con vistas a la indiferencia. Pensé: si no pienso, no existo. Y caí en el imposible de no ser crítica. ¿Cómo escapar a la existencia entonces? ¿Còmo sucumbir a la muchedumbre y no ser más el simple esbozo de lo que quise ser sin dejar de serlo?

Quizá al exigirme tales metas estaba cayendo justo en aquello de lo que escapaba: a estar más viva que nunca. Entonces, tiré mi ático por la ventana: el mueblito de la entrada donde guardaba los miles de zapatos que me había comprado, el tocador de mi cuarto (incluidos los cajones, el maquillaje y las joyas, la lencería fina, las pulseras de mis viajes... ) Tiré incluso el diván rojo del salón. Y cómo me gustaba aquel diván...

Y ahí me hallaba, con una casa vacía, con sus cuatro paredes, su techo, su parquet... Y su ventana con vistas a la indiferencia. Lo que más me había enamorado de la casa, era justo lo que ahora que no encajaba conmigo: ansiaba escapar costara lo que costara.
-¿Dónde he de vivir ahora?-pensè- Yo ya no quepo con tanto espacio. No me encuentro ni en mi reflejo.

Y así, desnuda, sin libros, sin casa, sin maquillaje... Sin nada, salí a la calle: salí a buscarlo todo. Y encontré que todo lo que necesitaba estuvo desde el principio: yo misma.

Por eso, me he comprado una estantería, para experimentar el placer de llenarla de nuevo. La pagué con ilusiones, de esas de las que sí que se vive. La mantengo vacía, pues en ella hay tanta esperanza que no cabe ni un lápiz. Bueno, un lápiz si. 


miércoles, 9 de mayo de 2012

Hipokalemia


Empezar diciendo que esta entrada es algo especial porque la escribo mientras voy en tren, una de mis grandes pasiones. Atardece en alguna vía que cruza lo que una voz femenina en el megáfono indica que es Roma Termini, y los primeros indicios de una cálida brisa nocturna me recuerdan que este tren me aproxima un poco más al inicio de un verano cada vez más evidente. Me gusta el verano.

Mi último viaje comenzó, como todos los grandes viajes, con una despedida, una decisión importante. Repleta de anécdotas, me quedo también con una maraña de reflexiones en la cabeza. Los caminos que nos marca la vida, que nosotros mismos vamos recorriendo según nuestro parecer, pueden cambiar nuestro destino de un momento a otro, y casi siempre sin previo aviso.

Bruselas, Gante, Brujas, Corfú, Nápoles, Capri, Pompeya, Costa Amalfitana... Siento que en cada ciudad por la que hemos pasado hemos dejado un pedacito de nosotros mismos, y que a cambio nos hemos llevado un trocito nuevo para nosotros… De esos que vas recolectando de la gente que quieres, de los lugares y cosas que te impresionan, y en fin, esos trocitos de vida que vas intercambiando con el medio que te rodea, dejando un pedacito de ti y a la vez recogiendo otro que irrevocablemente te transforma en algo nuevo. Somos el resultado de nuestras acciones y su rebote. Así es, vuelve a casa una persona nueva… Bajo el mismo disfraz de siempre. Pero llevo algo distinto, que hace las veces de ventanita hacia mi mundo interior. Como dice un gran amigo, nuevo y a la vez de los de siempre: la vida no dice no, sino ESPERA. Pues bien, aquí estoy, disfrutando cada instante de mi espera, que es presente. Y sin desesperarme porque mi vida parece antojada de desarrollarse aquí y ahora.

Por eso mismo no me dio una angina de pecho ante la imposibilidad de tomar el avión que debía sacarme de la isla de Corfú. Tras un vuelo de Corfú a Atenas que llegó diez horas después de lo planeado, y tras una noche de insomnio “perdida” en el aeropuerto de Atenas y 200 euros menos en la cuenta corriente puedo decir que he sobrevivido al gafe más grande de mi vida hasta ahora… Pero hubo final feliz y después de un día de incertidumbre nuestro vuelo llegó a Roma. Y luego el tren a Nápoles, donde pasé una semana de ocupa en casa de Dani, cuya despedida puso hoy el colofón final a la travesía. Hace algunos años, hubiera desesperado sólo con la idea de tal cambio de planes, pero ¿para qué? Algo que he aprendido, al menos en teoría, es a no malgastar tiempo ni energía en aquello que no está de mi mano.

Pienso que así, día a día, instante a instante, vamos creciendo. Aunque no escojamos aquello que nos sucede en la vida en muchas ocasiones, hemos de ser conscientes de nuestra responsabilidad para encarar cada reto. Y a mí personalmente me apasionan los retos, porque me hacen crecer, que es vivir. Quizá aún no haya obtenido las respuestas a la mayoría de las preguntas que formulé en mi cabeza al inicio de este viaje, pero no me importa porque a cambio me llevo cosas mucho más valiosas, como la promesa de un presente repleto de amor, tanto como sea capaz de entregar mi corazón. Y una llave de dos euros al cuello con más significado del que podría explicar.

Para apostar por mi decisión de cerrar cierto ciclo, se me ocurre una frase que rememoré hace unos días viendo cierta película maestra (cinéfilos atentos): El mejor tipo de amor es aquel que despierta el alma, nos hace aspirar a más, nos enciende el corazón y nos trae paz a la mente.
Arriba esa copa, porque la celebración de tu existencia no ha hecho más que dar comienzo. Y lo mejor ¡no necesitas invitación para disfrutar de cada segundo con todo lujo de detalles!! Porque… IT, S FREE!!

sábado, 11 de febrero de 2012

¡Alto en fuego! Que hace frio.

Silencio en la noche italiana. "Meraviglioso silenzio notturno".
No se escucha ni un alma, no con los oidos. Abro mi corazón y siento una presencia: la mía. Ya iba siendo hora de retomar mis sentidos.

Volver a escribir... Hasta hace poco me parecía poco probable, lo he pasado mal y estaba enfadadísima. Pero se acabó mi culto al silencio. Un romance bellísimo, me ha encantado conocerte, pero te prefiero como amigo. De hecho, silencio, serás siempre el mejor amigo que nunca haya tenido, y siempre te amaré en secreto... Espero que no te importe que recurra a tus consejos cuando no sepa que decir. Y aunque siempre te amaré, no me ha gustado nada que me hayas hecho escoger entre las palabras y tu, asi que lo he decidido: no me voy a callar. O al menos, no esta noche.


Vivir en una pequeña cuidad al norte de Italia, tan lejos de mis Islas, me ha ayudado a volverme mas terrenal: hacer la comida, poner la colada, ir a clase con gente nueva, dejar de ir a clase, un hospital precioso, nieve en invierno, mucha fiesta universitaria... Este es mi año de viajar (la foto es de un albergue en Liubliana, Eslovenia, en noviembre... Un viaje lleno de buenos recuerdos).
Pero el lunes tengo un examen, (Nefrologia), así que la inspiración debe esperar un poquito más. Aunque sea por darle algo de cabeza al asunto. Ahora si: hasta pronto. Con amor: Iris.