viernes, 24 de septiembre de 2010

Flores para Verónica

Cuando quieres mucho a alguien, no se por qué, piensas que siempre estará ahí por tí. Pero lo único certero de esta vida, es la muerte. Hoy te llamaré Verónica.
Verónica partió hace ya tiempo de entre nosotros. Un día, hace ya tres años, ella nos dijo con total naturalidad y fuerza: "tengo cáncer". Me quedé helada, pero ahora soy consciente de que en ese momento yo no sabía a lo que ella se enfrentaba.
Verónica luchó, y siempre con sus ganas de vivir, y siempre preocupada por todo el que la rodeaba, siempre con sus regalos, con sus meriendas, con su celabración de la vida. Verónica era enfermera en el Materno, y sé que se desvivía por los neonatos como si fueran sus propios hijos. No cabe en mi cabeza alguien que pudiera odiarla, porque pienso que cualquiera que pasara un rato con ella debía, por inercia, comenzar a quererla. Ella era fuerte y luchadora, y afrontó su enfermedad con optimismo. Incluso en los peores momentos viajó y buscó alternativas, y siempre estuvo ahí para nosotros. Ella era sincera, y nunca le importó decir si algo estaba mal, porque esa es la única manera de que las cosas mejoren.

Ella me enseñó muchisimas cosas, pero sobre todo me enseñó a valorar el aire que respiro, a amar como si el amor pudiera con cualquier cosa. Ella me enseñó a crecer y a llorar, y me mostró cómo hay que luchar por lo que uno anhela. Verónica me enseñó a ser altruista y solidaria, y pude comprobar como un simple gesto puede alegrar muchísimo la vida de las personas: una sonrisa, un café... Me enseñó que un amigo es un tesoro y que hay que valorarlo y cuidarlo.
Pero, de todo esto, quizá lo más importante que Verónica pudo enseñarme fue a decir adiós.

Cuando ella falleció, llore y lloré. Me descubrí hablando sola en voz alta, diciendo "¿por qué te fuiste?" Me enfadé con ella por no haberse operado y por habernos dejado, me enfadé con todo, me enfadé conmigo misma por no haberle dicho cosas que siempre quise que supiera.

Hoy me he acordado de ella. Aún lloro, la echo muchísimo de menos. Y me he percatado de que cada uno de los pacientes que vea serán para mí Verónica. Eso me ayudará a curarme con ellos, a respetarlos, a quererlos... A saber decirles adios.

Antes ella me olía a flores. Ahora, las flores me huelen a ella.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Acción y reacción

¡He aprobado! Hace un mes me parecía imposible, pero he conseguido compaginar un verano inolvidable con un aprobado en septiembre.

Física Médica se compone de tres parciales, de los cuales yo me presentaba al primero y al tercero. Et ouala! Ahora tengo aún más ganas de empezar el nuevo curso, porque aunque esta semana he estado asistiendo a clase, no me veía tan en tercero como ahora... ¡Me hago mayor!

A mi entusiasmo post-septiembre se une el de algunos amigos. Por ejemplo Dani, que ha sacado un notable en Fisiología, más que merecido por cierto, al igual que Bioquímica. Y así Inma, Carol, Dani Montero, y otros muchos compañeros que ya pueden presumir de ser un poco más "médicos" que hace unas semanas.

Por otra parte, el lunes entregaré la matrícula, y así de paso me dan la carpeta de la uni de este año, que es simplemente horrible: es como de un color que simula a un vaquero hortera desgastado; aún así acabaré llevándola a clase y probablemente hasta acabe gustándome, como siempre, xD. Bueno, este minipost se acaba, porque voy a ordenar mi cuarto un poco ya que esta noche toca la celebración de turno.
Parece que empieza lo bueno...¡Yupii!

domingo, 5 de septiembre de 2010

Las leyes físicas Vs Iris...¡Que divertículo!

Ayer fui a estudiar al CULP, y, como de costumbre, fui a almorzar a la cafetería del hospital. Hasta ahí todo normal.
Cogí mi bandejita, le puse el pan, el agua, y los cubiertos. Luego fui escogí lo que quería comer:
-Sopa de fideos y ternera, por favor.
-Toma mi niña, ¿y de segundo plato?
-Hamburguesas, con salsa. ¡Gracias!
Escogí mi postre y fui a pagar. Como casi siempre, fui a comer con mi amigo Dani, y mientras hacíamos cola para pagar, me dijo, absolutamente en broma:
-Pon la bandeja ahí, (en unas barras metálicas que hay antes de llegar a la caja), no se te vaya a caer.
A lo que yo respondí, absolutamente en broma:
-Bah, así le doy algo de emoción a mi vida.

Pues eso, termina la cola y me llega el turno para pagar. Se me había olvidado sacar mi carné universitario así que abrí mi cartera y.... La bandeja se inclina hacia mí. Sólo tengo dos manos. Veo como la sopa, que estaba estratégicamente colocada hacia mí, se vierte lentamente cuan cascada, y los tropezones de carne y los fideos lo salpican todo. Decido rápidamente hacer mi cuerpo hacia atrás, pero las manos hacia adelante, para salvar la bandeja. Por efecto de la gravedad, veo como el cuenco termina de verter la sopa, y siento los ojos de media cafetería clavados en mí, como pensando: ¡Haz algo, coño! Todo transcurre en cámara lenta, y puedo ver con el rabillo del ojo como Dani se aparta de mí y hace unos incontenibles aspavientos para contener sus caracajadas. La sopa termina de caer, y la bandeja, desnivelada, deja caer el cuenco. Yo pienso: sólo tengo dos manos, así que o salvo el cuenco en el aire y sacrifico el resto, o dejo que caiga. Decido sacrificar el cuenco y en cuestión de milésimas de segundo miles de trozos de porcelana se esparcen por encima de la sopa, los fideos, y la ternera, ya en el suelo, así como una maravillosa obra de arte estilo gotelé. El ruido hace que ahora no me mire media cafetería: ahora me mira, medio entre risas medio en tensión, la cafetería entera. Me quiero morir de la verguenza. Entonces, ya medio consternada, dejo de pensar, y sigo agarrando la bandeja aunque ya todo lo que había en ella se abalanza vertiginosamente hacia mí. A esas alturas, me da igual. Todo cae por su propio peso y, una vez estoy a salvo, la dependienta me dice, con un tono de voz que roza al menos los 100 decibelios:
-Eres estudiante, ¿verdad?
-Ehhh...Sí- digo entre dientes. Dani ya no se esfuerza más en contener la risa.
La dependienta llama a otra chica para que limpie y me dice que la siga hasta la cocina.
-Estudiante tenía que ser- dice mirando a los otros clientes mientras se ríe. Mierda, ahora sí que me muero de verguenza.
Voy a la cocina y me ayuda a limpiarme. La verdad es que la chica es un sol, dada la situación. Al salir, todo el mundo me mira, TODO EL MUNDO. Vuelvo a empezar de nuevo la cola de la verguenza para recoger la comida de nuevo.
Bueno, por si alguno acababa de llegar y no se había percatado de la escena, la chica que sirve la comida me pregunta:
-¿Eres tú a la que se le acaba de caer la bandeja?
-Sí- en serio, tierra, ¡trágame!
Cóbrale a esta chica el menú doble! ¡Y los platos! ¡Y la bandeja!-grita lo suficientemente alto para que le oiga no ya su amable compañera de caja, sino toda África Occidental.
Escondo mi cabeza. Llego a la caja y la dependienta, que a estas alturas ya me ha convencido de sobra de que es un cielo de persona, me dice que me salte la cola y que vaya a pagar, "pobrecita".
Un hombre mayor, digámoslo así por respeto, dice:
-Si se le cayó la bandeja que se joda, que haga la cola y que pague- Olee, eso si que es solidaridad, caballero, ¬¬.
Pago mi almuerzo, y para mi sorpresa sólo me cobran un menú de estudiante. Cuando me estoy yendo la dependienta me dice:
-Cuidado mi niña, vete despacito para que no te tropieces-
-Si, si... Esto...Gracias...
Cuando llego a la mesa a Dani casi le da una parada respiratoria ya que por fin se puede descojonar a gusto.
-¡No se lo digas a nadie, por Dios!- le ruego.
Pero al final he decidido compartirlo.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Un día perfecto

Hay muchas cosas que me hacen sentir bien: desde escuchar una canción que me exalte, hasta ver sonreir a un amigo. Pero, ¿qué es lo que realmente me hace ser feliz?

Para mí, un día perfecto empezaría con una tenue luz entrando a través de mi ventana, de esas que te despiertan, pero sin deslumbrarte. Despertarme temprano, para que el día sea largo, pero sin estar cansada. Después de estirarme, darme una ducha larga, y sentir que el agua se lleva cualquier resto de tristeza que pude haber sentido en el pasado ¡Desechar los malos rollos por el sumidero!

Como es mi día perfecto, imaginemos que por arte de magia en la cocina hay un montón de fruta madura: sandía, melón, fresas, mandarinas, ciruelas amarillas, manzanas verdes, uvas... Tomaría leche y cereales, y una macedonia con yogurth, y un gran vaso de zumo natural.

Después, recogería mi cuarto, pero sin prisa: en mi día perfecto el tiempo estaría rendido a mis pies. Me pondría un trajecito de verano y saldría a dar una vuelta por el campo. El suave rocío de la mañana, que por la noche se había acumulado en las hojas de los árboles, caería sobre mi pelo, y esa lluvia que no empapa pero si moja un poco formaría un precioso arco-iris en el cielo. Olería a flores y a frutas.

Entonces, me sentaría bajo el cobijo de un árbol milenario, y leería mi libro favorito como si nunca lo hubiera leído. La brisa acariciaría mi cara mientras yo doy rienda suelta a mi imaginación. Pasarían las horas y nada me preocuparía, porque en mi día perfecto no llego tarde a ningún sitio. A la hora del almuerzo, iría a un descampado donde me estaría esperando mi familia, y todos festejaríamos la vida y el estar juntos, y recordaríamos entre risas a los que ya no están entre nosotros. Después, echaría una siestecita sobre una mantita, en un campo lleno de margaritas.


Ya por la tarde, iría a la cuidad para ver alguna de mis películas favoritas con mis amigos, los de hoy y los de ayer, todos juntos. Iríamos a algún romántico café a soltar lo primero que se nos viniera a la cabeza, escucharíamos nuestra música favorita, e incluso la compondríamos. Luego me despediría de ellos con una sonrisa eterna e iría a mi estudio de danza, para bailar alguna pieza de "El Lago de los Cisnes", y cuando hubiera relajado cada músculo de mi cuerpo, me daría otra ducha reconfortante.

Por la noche, quedaría con el chico de mis sueños para una romántica e íntima cena, probablemente de comida libanesa. Tomaríamos el postre paseando por la orilla de la playa. El resto no lo puedo contar aún, porque es mi día perfecto, así que todo sería inesperado y nuevo para mí.

Al dormir, lloraría, pero no de tristeza. ¿Podría existir un día así? No creo, la perfección no existe. Pero los sueños sí, y si no fuera por ellos la vida se haría muy cuesta arriba, ¿no?